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La vida que construimos después

Summary:

Tres años después de los sucesos de Pristella, Subaru y Emilia llevan una vida tranquila como esposos, aferrándose a una felicidad construida lejos de los ojos del mundo.

Tras haber sido olvidados por todos, no les quedó más opción que huir.
Para el resto, pasaron a ser nada más que mitos distorsionados, nombres prohibidos: "la Reencarnación de la Bruja" y "el Arzobispo del Orgullo".
Así fueron bautizados cuando fueron capturados y encerrados, reducidos a símbolos de miedo y condena.

Solo el destino, caprichoso e implacable, les permitió escapar, arrastrándolos hasta el tiempo actual.

Pero incluso en la quietud de una vida compartida y la paz, como siempre, no está destinada a durar para siempre.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Tres años después

Chapter Text

Levantándose con un gran bostezo mientras alzaba uno de sus brazos, empezó a abrir lentamente los ojos. Una acción rutinaria al despertar, y más aún para Natsuki Subaru. Después de todo, estaba casado con su querida Emilia-tan, quien se aferraba a su brazo izquierdo, exactamente el que no pudo levantar debido al peso al despertar.

Con las piernas entrelazadas con las suyas, Subaru trató de aflojarse del agarre de Emilia. Sin embargo, el leve movimiento solo provocó que ella lo sujetara con más fuerza, negándose a soltarlo sin levantarse o salir de su profundo sueño.

Aunque "profundo sueño" no sería la palabra más adecuada para describir la forma de dormir de Emilia. Levantarla durante todos esos años había sido, en cierto sentido, algo que iba de lo tierno a lo agotador. Pero hablábamos de Natsuki Subaru, el hombre que logró lo imposible en situaciones imposibles. Cada acción tenía una reacción, y como tal, ya sabía cómo lidiar con situaciones como esta. Ser el esposo de una medio elfa capaz de invernar sin necesitarlo -o sin realmente quererlo- lo había llenado de contramedidas.

Subaru: Emilia-tan es tan hermosa cuando está durmiendo.

Tras esas palabras, Subaru se acercó lo suficiente como para sentir la suave respiración de Emilia, quedando cara a cara.

Subaru: Después de todo, Emilia-tan sigue siendo Emilia-tan.

Emilia: ¿---?

El leve murmullo de Subaru fue reemplazado por un "mmmm" cuando unió sus labios con los de Emilia, quien respondió soltando los mismos sonidos suaves y adormecidos.

Fueron solo unos segundos antes de que Subaru separara sus labios, provocando una leve queja por parte de Emilia.

Emilia: ...Tonto.

Aún a medio despertar, Emilia se dirigió a Subaru, que seguía mirándola con ese cariño que siempre lograba calentarle el corazón. Terminando de frotarse los ojos, se acercó y apoyó su rostro en el pecho del chico. El calor que Subaru transmitía era su "vitamina", una palabra que él le había explicado hacía mucho tiempo, algo esencial para su día a día.

Subaru: No creo que tengas cara para decirme eso, Emilia-tan, si tus orejas rojas van en contra de tus propias palabras. ¿Debería castigarlas? ¿O debería quitarte todos los besos del día para que recuerdes lo especiales que son... otra vez?

Emilia: Ni se te ocurra, o me quejaré con Tía. Ella fue la que te hizo entrar en razón después de que me ignoraras por un día. Si Tía no me ayudaba, estaba segura de que iba a empezar a llorar.

Recordando los métodos de "corrección" de su espíritu contratado, Subaru se estremeció levemente ante las palabras de Emilia, quien sonrió triunfante al notar el semblante decaído de su esposo, marcando así su victoria.

Subaru: ¿Dónde se fue la amable y dulce Emilia-tan que conocía?

Fingiendo limpiarse unas lágrimas, Subaru bajó la guardia de manera instintiva frente a su esposa. Emilia, en respuesta, frunció ligeramente el ceño ante la broma tan evidente -y tonta- de su esposo.

Emilia: ¿Estás insinuando que ya no tengo nada de... eso? 

Subaru: Ni hablar. Si Emilia-tan perdiera esos aspectos, estoy seguro de que sería el inicio de una nueva calamidad en este mundo. ¿No te lo he dicho antes?

Emilia: ...Mmmm, eres un mentiroso.

Antes de que Subaru pudiera contraatacar aquel comentario ingenuo, Emilia levantó la mano y lo silenció apoyando uno de sus dedos sobre sus labios, en un gesto de "shhhh". Habría resultado tierno, de no ser por la mirada fría con la que lo acompañó.

Emilia: Ahora responde, Subaru. ¿Por qué siempre me levantas de esta manera?

Subaru: Blah...

Emilia comenzaba a irritarse un poco ante el silencio de Subaru, hasta que se dio cuenta de un pequeño detalle: no había retirado el dedo de los labios de su esposo, impidiéndole hablar con normalidad y provocando pequeños gemidos sin sentido, que intentaban encontrar alguna forma de expresión.

Subaru: ...Gracias. Si te despertara como lo hacía hace meses, ni siquiera te levantarías para tomar el desayuno. Te recuerdo que una vez tuve que arrastrarte solo para que comieras. Y aparte de eso... ¿recuerdas cuando te desperté mordiendo tus lindas orejas? Terminamos dejando la cama hecha un desastre, y Zarestia casi nos rebana por olvidarnos de su desayuno.

La mirada fría de Emilia se transformó en una que deseaba meterse bajo tierra. Con solo recordar lo descontrolada que había sido aquella mañana, no hacía más que sentir cómo su rostro y las puntas de sus orejas se calentaban. Ella solo estaba buscando un cumplido y un poco de mimos de su esposo con su actitud fría, pero ahora estaba tan roja que podría competir sin problemas contra un appa y ganar.

Subaru: Ya ves de lo que hablo. Emilia-tan es tan hermosa cuando está avergonzada que, a este paso, empezaré a morderle las orejas para tener una mañana llena de pasión. Soy alguien muuuuy egoísta cuando se trata de mi hermosa esposa.

Ciertamente, las palabras de Subaru estaban llenas de una sinceridad genuina. Si lo comparáramos con el Subaru de años anteriores, jamás se habría atrevido a ser tan directo con Emilia. Pero claro, hablamos del pasado y del presente: dos caras de una misma moneda, contrastadas de forma casi cruel entre sí.

Los tormentos de su pasado eran la razón por la que sus pesadillas no lo habían abandonado durante demasiado tiempo. Sin embargo, el tiempo compartido con su esposa fue la medicina que logró sanarlo lo suficiente como para permitirle llevar una vida normal.

Gracias a todo ello, la relación que se había formado entre ambos se construyó sobre el respeto, el amor, el cariño y el apego, entre muchos otros sentimientos que se manifestaban tanto en palabras como en acciones. Algo que al inicio resultaba vergonzoso, con el tiempo se había convertido simplemente en una muestra más de afecto entre los dos amorosos esposos. 

Subaru: Ya que a Emilia-tan se le comió la lengua el gato, iré a preparar el desayuno. Estoy seguro de que Zarestia ya está esperando; si la hago esperar mucho, se molestará.

Levantándose, mientras la atónita Emilia se derretía sobre las sábanas con una expresión embobada, Subaru se dirigió hacia la puerta de la habitación. No sin antes inclinarse para darle otro beso a su esposa, que ya no tenía fuerzas ni para hablar ni para moverse. Convertirse en uno con la cama comenzaba a volverse una costumbre, especialmente debido a lo amoroso que se había vuelto su esposo.

Más aún cuando la semielfa mostraba pequeños signos de debilidad, los cuales Subaru no desaprovechaba en absoluto, atacando sin piedad con besos y palabras dulces. El rostro completamente avergonzado de Emilia no tenía precio alguno.


Abriendo la puerta que tenía frente a él, apenas lo hizo notar una leve brisa que lo recorrió de inmediato, haciéndolo estremecerse ligeramente. Primero, porque llevaba poca ropa y el aire frío se colaba sin piedad por su piel; y segundo, porque esa brisa, definitivamente, no podía llamarse natural.

???: Veo que por fin te dignaste a despertar. ¿La semielfa no quiso soltarte, o fue al revés?

Subaru: No me gusta que llames "semielfa" a Emilia-tan. Ella tiene nombre, te lo he dicho antes. ¿Cómo es que aún no lo entiendes?

???: Si tan solo no acaparara tanto el tiempo de mi contratista, me caería mejor. Soy una dama, ¿sabes? Puedo sentirme disgustada si mi contratista me deja de lado solo para estar con otra mujer.

Subaru: Cuando lo dices de esa manera parece que te gusto. Solo pensarlo me revuelve el estómago. Tendría que comprar lotes de comida solo para abastecer esta casa.

Zarestia: No me agrada lo que insinúas. Eso es ofensivo para cualquier mujer, y más si te refieres a mí, tu espíritu contratado, como una golosa. ¿Debería arrancarte la cabeza solo por semejante ofensa, contratista tonto?

Subaru: Si de verdad quisieras hacerlo, no lo dirías, simplemente lo harías. Ahora déjame preparar el desayuno y siéntate en la mesa. Si vuelves a ayudarme a cocinar, tendré que comprar una cocina nueva otra vez. No entiendo cómo tanto Emilia-tan como tú logran hacer explotar cosas en la cocina sin que sean inflamables.

El gruñido de Zarestia no pasó desapercibido para Subaru, quien caminó hasta la cocina y comenzó con la ya conocida danza del hombre-cucharón.

Zarestia, a regañadientes, se sentó a la mesa para esperar a que terminara, no sin antes lanzarle una corriente de aire directo a la zona descubierta del cuerpo del chico. El frío repentino hizo que Subaru casi perdiera el equilibrio, estremeciéndose de pies a cabeza ante la inesperada represalia.

Subaru: ¿¡Ugh!? ...Eres demasiado infantil para tener tantos años.

Zarestia: Cállate y termina el desayuno. Mi paciencia tiene un límite; agradece que tu cocina sea digna de ser utilizada por mi contratista.

Subaru: ¡Okey! ¡Okey! Lo entendí, ya termino... Me pregunto por qué Emilia-tan se demora tanto en salir.

Ese pensamiento no pasó desapercibido ni siquiera para él mismo. Ya habían transcurrido diez minutos desde que había salido del cuarto. Si bien Emilia solía tardar en despertar, no era alguien que se arreglara demasiado antes de salir de la habitación. A lo mucho, solo se cambiaba de ropa... o simplemente se ponía una.

???: ¡Terminé!

El grito repentino estuvo a punto de hacer que el desayuno ya preparado acabara derramado por toda la cocina. El sonido de campanas de plata fue el verdadero causante del sobresalto tanto del hombre como del espíritu que se encontraban allí.

Emilia: Buenos días, Tía. ¿Pudiste descansar bien anoche? Subaru me dijo que te habíamos molestado por el ruido... lo siento si fui tan molesta.

Al saludar, la voz de Emilia llenó la habitación con la alegría que siempre desprendía, aunque esta pronto dio paso a un leve tono de arrepentimiento.

Zarestia: Buenos días, Emilia. No necesito algo como "descansar". Aunque mi contratista pueda ser bastante ruidoso por las noches, no es algo que me moleste demasiado. Mi plan es que deje la mayor cantidad de descendientes posibles para cuando ya no esté, así que esfuérzate. No me importaría si fueras tú u otra persona.

Emilia: ¡Ey! Yo solo estaba preocupada. Y no hables de ese tema como si no fuera gran cosa. Subaru es mi Subaru. Lo congelaría vivo si se atreviera a mirar a otras mujeres como me mira a mí. ¿Verdad, Subaru?

El tono serio con el que pronunció aquellas últimas palabras llegó directo a Subaru, quien solo pudo asentir para sus adentros, procurando no llamar más la atención de las dos mujeres que tenía tan cerca. En ese momento, él solo era el cocinero. Nada más. Nada menos.

Emilia: ¿Verdad, Subaru?

Subaru: Hehe... dicho así, no sé si esté completamente de acuerdo. Emilia-tan es la única mujer a la que amo. Bueno, también quiero a Zarestia, pero es un tipo distinto de amor. Así que no te preocupes, Emilia-tan, no hay nadie más hermosa que tú.

Zarestia: Estoy de acuerdo con Emilia en cierto punto. Si te encuentro reuniéndote a escondidas con algún otro espíritu, te rebanaría solo por no cumplir con el contrato.

Subaru: ¡¿Cómo es que terminé viviendo con dos yanderes en la misma casa?! ¿Dónde está ese playboy andante cuando se lo necesita? !Halibel! ¡Sal y ayúdame a defenderme! ¡¿No eras tú el que me defendía en estos casos?! 

El susodicho no apareció ni pronunció palabra alguna. En su imaginación, Subaru pudo verlo encogiéndose de hombros mientras decía: "Perdóname, Su-san, pero esas mujeres son peligrosas", para luego darles la razón tanto a Zarestia como a Emilia, quienes no dejaban de mirarlo con una frialdad inquietante.

Emilia: ¡Yo no soy una yandere! Yo no te maltrato y respeto tu espacio personal.

Subaru: ¿Y cuando me jalaste la oreja en plena reunión solo por hablar con una de nuestras socias?

Emilia: ¡Eso fue porque esa mujer no dejaba de pegarse a ti! Lo único que sentía en ese momento era que te quería lejos de ella, así que no me contuve del todo. Eres mi esposo, ¿no? Me perteneces.

Subaru: Eso no es una excusa. No miraría a nadie más que no sea mi esposa. Aparte, si lo dices de esa manera, no hay forma de que pueda diferenciar a mi Emilia-tan de una yandere.

Zarestia: Dejen de perder el tiempo y termina de preparar el desayuno. No todos tenemos todo el día.

Subaru: ¡No tienes derecho a hablar de eso! Eres la que se la pasa encerrada todo el día en la casa comiendo y, en el mejor de los casos, me acompañas a mis reuniones o salidas.

La risita que soltó Emilia fue lo que terminó por cerrar la conversación. 

Luego de unos minutos, Subaru sirvió el desayuno. Si bien prefería estar presente como todos los días, esta vez la situación era distinta. El motivo...

Subaru: Saldré un rato a comprar algunas cosas. Por favor, Zarestia, no molestes a Emilia-tan mientras no estoy.

Emilia: ¿Subaru? Puedo acompañarte y ayudarte a traer las cosas. No eres muy fuerte para cargar mucho peso, ¿recuerdas?

Subaru: Ugh... puedes ser muy insensible a veces. Olvida lo que te dije antes, Zarestia, haz lo que quieras.

Zarestia sonrió de oreja a oreja ante el permiso de su contratista. Molestar a la medioelfa era uno de sus pasatiempos favoritos, junto a dormir y comer.

Emilia: ¡Subaru! ¡N-No digas esas cosas!

Para cuando Emilia empezaba a alarmarse debido al puñal verbal que su propio esposo acababa de clavarle, Subaru ya estaba cerrando la puerta principal de la casa. Emilia se volteó lentamente al sentir una leve brisa de aire, solo para encontrarse con Zarestia, quien intentaba mostrar la sonrisa más amable que podía conseguir... fracasando enormemente cuando una expresión sádica se le escapó sin querer.

Emilia: ---

Zarestia: No muerdo.


Caminando por las calles, Subaru se adentró en el corazón de Banan, una gran ciudad que lo había acogido durante demasiado tiempo. Incluso para él, Banan era una de las mejores ciudades en las que había estado en toda su vida, y no lo pensaba solo por comodidad o costumbre.

A diferencia de otros lugares, aquí no había necesitado recurrir a su [Regreso por muerte] como eje principal de su existencia. En esta ciudad había conocido no solo a Zarestia, sino también a Halibel, y como la cereza sobre el pastel, había sellado su matrimonio con la mujer que amaba.

Pero para Subaru no todo era felicidad. Los recuerdos de su pasado aún se arrastraban con él; los años habían pasado, pero el peso de cada fractura seguía grabado en su alma.

Solo para poder escapar junto a Emilia, había muerto más veces de las que podría contar en toda su vida, acumulando un peso insoportable en su psique, agravado aún más cada vez que la vio morir por su propia falta de fuerza.

Dado que sus nombres nunca volvieron a resonar, pudieron llevar una vida tranquila lejos de Lugunica. Así fue durante tres años, un periodo en el que ocurrieron demasiadas cosas desde el momento en que abandonaron aquel reino.

Una de las más importantes fue la muerte de una de las candidatas reales: Priscilla Barielle.

La caída del Imperio de Vollachia, seguida por la pérdida total de toda señal de vida... solo para que esta regresara de la peor forma posible, dando origen a los no muertos, o zombis, como a Subaru le gustaba llamarlos.

Y finalmente, la coronación de Felt como reina de Lugunica. 

Todas esas situaciones habrían sido más que suficientes para que Subaru actuara. Al menos, eso era lo que habría hecho en otras circunstancias. Pero ya no era así. Lo habían tachado, apartado, y él no les debía nada... ni ahora ni nunca. Y así se mantendría.

Si en algún momento el reino caía, él sería el responsable. Ese era el secreto que había guardado incluso de Emilia.

La sed de venganza lo había llevado por caminos peligrosos a lo largo de esos años. Construyó la mejor red de información disponible, obtuvo control sobre parte de Banan, y contó con Halibel -el admirador, o mejor dicho, el eterno playboy- como uno de sus pilares. Y, por último, estaba su mayor obra: su empresa comercial, Pléyades.

Pléyades se convirtió en la empresa más grande de Banan, compitiendo directamente contra la compañía Hoshin. Con el paso del tiempo, no solo logró superarla, sino que impuso su supremacía sobre Kararagi y parte de Gusteko.

Lugunica y la empresa Hoshin quedaron completamente excluidas de todo trato de libre comercio, así como de cualquier tipo de importación. Su venganza había comenzado con el nacimiento de Pléyades... y terminaría únicamente cuando Lugunica quedara aislada del mundo entero.

Si ellos lo llamaron arzobispo y lo trataron como a uno, ¿eso significaba que realmente lo era? No. Solo era un simple humano con mala suerte. Uno capaz de hacer cualquier cosa, y que lo haría únicamente para acabar con quienes lastimaron a la persona que amaba.

Que ellos no recordaran lo que hicieron no significaba que no lo hubieran hecho. Él lo había vivido decenas de veces. ¿Era eso justo?

Subaru: Esperemos que esto funcione...

Entrando en una taberna, Subaru se sentó en la mesa más cercana al mostrador. El bartender le dirigió una mirada sigilosa antes de servirle un vaso. Agua. Solo agua.

Subaru odiaba beber alcohol; esa había sido una de las principales razones por las que, al inicio, había terminado encariñándose con Zarestia... y ella con él.

La historia de Zarestia tenía mucho que ver con el alcohol.

???: Llegas más temprano de lo usual, chico. ¿Necesitas ayuda en algo?

Subaru: No te preocupes, puedo manejarlo. Solo sigue trayendo agua, ¿está bien? Aquí dentro me da más sed de lo normal, y el olor no ayuda mucho.

Hombre: No juegues con tu suerte. Que me caigas bien no es razón para perdonarte semejantes calumnias hacia mi bar. Tal vez le ponga veneno a tu próximo vaso de agua.

Subaru: ¡JAJAJA! Lo sabría antes incluso de entrar a este lugar si alguien quisiera dañarme. ¿Cómo crees que sigo vivo? ¿Suerte? Ojalá fuera solo eso, ¿sabes? Aunque no niego que he tenido bastante suerte desde que llegué a esta ciudad. 

Hombre: Sí, sí… lo que digas, chico.

El bartender se alejó, dejando a Subaru solo. Una pequeña sonrisa aún se mantenía en su rostro, pero desapareció en el instante en que el asiento frente a él fue ocupado por una mujer vestida con un kimono, algo bastante común en Kararagi.

???: Me siento muy honrada de estar frente a una figura tan importante, señor Natsuki. ¿Se encuentra bien su esposa en casa?

Subaru entrecerró los ojos al observar a la mujer frente a él. La frialdad de su mirada fue suficiente para que ella adoptara una postura más recta, una gota de sudor deslizándose por su frente.

???: Su mirada da más miedo de lo que me contaron. Disculpe mi insolencia, señor Natsuki.

Subaru: ¿Qué necesitas y por qué me llamaste? No cualquiera logra encontrar mi paradero, y mucho menos mi hogar.

???: Muchas gracias por el cumplido. No fue tan complicado; el gran espíritu que lo acompaña no deja de presumir al contratista que tiene. No fue difícil deducir quién era el dueño de Pléyades.

Subaru: Ya veo… Entonces, ¿qué es lo que necesitas?

NOTAS: 

Este es un beta, la historia ya tiene decidido la estructura y el camino que va a tomar. el capítulo final también lo tengo terminado. Seran 23 capitulos y 7000-10000 palabras por capitulo. 

Quisiera saber que opinan de esta historia. Este seria recién la mitad del capítulo 1, pero queria saber cómo lo ven hasta el momento. Esta seria la cuarta historia en la que trabajo, la tercera también esta en proceso. 

 

 

Notes:

Este es el cuarto fan fic de los cuatro en el que estoy trabajando.

Los cuatro seran actualizados todas las semanas:

Dia martes: La caida de un caballero el nacimiento de un heroe.
Dia jueves: El dolor que trae amar.
Dia sábado: La vida que construimos después.
Dia domingo: Recuperando 400 años de soledad.

Muchas gracias por leer y espero que te haya gustado. Si tienes alguna recomendación o critica no dudes en comentar